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A propósito

Un romántico

Un romántico

Este hombre al que generalmente asocian con la radio, también fue obrero de la construcción “dando pico y pala” como él dice, para construir la presa Lebrije en Jatibonico, provincia de Sancti Spíritus. (Alfredo Martirena Hernández / Cubahora)

Autorizado por Luis Orlando Pantoja Veitía, se revelan facetas íntimas no relacionadas con su gran pasión como hombre de radio que es...

Tengo el consentimiento del periodista Luis Orlando Pantoja Veitía, de la emisora CMHW de la provincia de Villa Clara, de escribir sobre su vida, pero no de la relacionada con los motivos por los cuales mereció el Premio Nacional de Radio 2014, conferido por el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) debido a su sostenida y relevante labor durante años.

Se ha dicho que “Con más de 50 años en el ejercicio del periodismo crítico, Luis Orlando Pantoja ha dejado su impronta en varias emisoras de radio como: Radio Enciclopedia, Radio Cadena Agramonte, de Camagüey y Radio Progreso, donde fundó la revista informativa A Primera Hora. En la emisora Radio Rebelde dirigió el programa Hablando Claro y su programa Pido la Palabra, con emisión diaria en la CMHW de su natal Villa Clara, es un paradigma del periodismo de análisis y opinión.”

Lo que no se conoce tanto que habiendo nacido en cuna financieramente acomodada en Ranchuelo, hizo todo cuando estuvo a su alcance para derrocar a la tiranía de Fulgencio Batista, incluyendo lo que le dictaba su vocación de propagandista revolucionario. Cuenta una amiga común de la cual Pantoja estuvo enamorado en su juventud, que llegó temprano en la mañana con una lata de pintura en una mano y la brocha en otra, preguntó si podía quedarse a dormir un rato. Lo que no dijo fue por qué había estado toda la noche despierto y caminando.

Pasados unos minutos, llegó el otro pretendiente de la muchacha, es decir, un rival amoroso y hermanamente amigo de Luis Orlando, que al ver en medio de la sala un recipiente con pintura del mismo color que los letreros con que amanecieron numerosas paredes de la ciudad, preguntó alarmado quién había dejado tales cosas al descubierto, a la vista de todo el que llegara.

La historia terminó en que ambos buscaron dónde ocultar semejantes pruebas, y luego desaparecer al pintor para que la Policía batistiana no encontrara a quien había llenado a Rancuelo de carteles contra la dictadura.

Un día de nada le valió ser un joven proveniente de las clases vivas de la sociedad local, y tuvo que tomar el camino del exilio, pues a su padre habían recibido la última advertencia de que su hijo iría preso. En el exterior se ganó la vida hasta escribiendo novelitas rosa de las cuales por supuesto solo cobraba algo porque el crédito lo asumía Corín Tellado.

Era 25 de Julio de 1968 y ambos viajamos a bordo de un tren de La Habana a Santa Clara para escuchar a Fidel en el acto por el Día de la Rebeldía Nacional. Y mientras casi todos dormían, Pantoja hizo gala de su dominio de la palabra, y me trajo despierto durante el largo viaje, provocando que al otro día, ante la vista de todos, la colega Aurora López y yo nos dormimos a pleno sol cerca del escenario del acto, concretamente al lado de la entrada a la INPUD.

Entre las tantas historias contadas en el trayecto ferroviario, está que poco después de triunfar la Revolución, se presentó en su casa y ante la pregunta de su madre, respondió: “Mami, me nombraron interventor aquí, y voy a empezar por intervenirte tus tierras”, lo cual me confirmó una vez esa mujer que entrada en años, mantenía un aspecto dulce y hablar muy tierno.

Faltando poco para graduarse, y claro está, sin graduarse, Pantoja retornó a su lugar del origen, el Partido Provincial de Las Villas. Meses después, en un local lleno de duchas, encontré en un rincón un bulto de hojas amarillentas y estrujadas que me parecieron familiares. Y lo eran porque se trataba de una novela que estaba escribiendo Pantoja, a quien localicé telefónicamente para decirle que se las enviaría, pero… ¿Novela? ¿Qué novela? Y ahora, pasados más de 40 años, sólo recuerda que al recibirla empezó a escribir de nuevo y volvió a perderla.

Lo mismo sucedió con una poesía sobre el Che, que nos leyó en la Universidad de La Habana con la presencia de Nicolás Guillén, quien al final lo felicitó y abrazó por la calidad de la obra. Hoy Pantoja no sabe dónde está esa poesía, pero sí recuerda que el Poeta Nacional le dio un abrazo.

Y a quienes atribuyen a su tanta juventud acumulada que olvide nombres o los confunda, sepan que en 1968 trataba de ocultar sus confusiones y desmemorias apelando a la frase “ese muchacho, sí, chico ese muchacho… ¿cómo es que se llama? ¡Caramba!” y daba algunos datos para inducir al interlocutor a que lo dijera.

En cuanto a definir sus características, quizás nadie mejor que un amigo de la infancia que trabajaba en Camagüey, quien detuvo el auto en el cual Pantoja me había dado “botella”  cerca del poblado espirituano de Guayos, y al final de la corta conversación aseguró: tú de organizado no tienes nada, tú lo que eres es un romántico de la Revolución.

De más está decir que Pantoja se lo tomó muy en serio e informó que había sido sustituido y se autoubicó en un puesto que lo iba acercando al trabajo de la radio.

En otro post para este espacio, me autorizó a desclasificar su participación en una recogida de bueyes, y ahora permite presentarlo como creador de un texto de finales de la década de los años 60 del siglo pasado, cuando la fiebre por estudiar Filosofía y Economía Política en manuales soviétcos,  incluído el de un autor llamado Nikitín.

Muchos en la época entonaron:

Nikitín, Nikitín,

Tu economía no tiene fin

La plusvalía y el trabajo

Váyanse todos pal carajo.

NOTA: En ECURED se pueden encontrar abundantes datos sobre la biografía de Pantoja con solo pinchar http://www.ecured.cu/index.php/Luis_Orlando_Pantoja_Veitia

Fuente: Arturo Chang, ex Director del Periódico Vanguardia

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