El Granma es la hazaña misma y una página de hermosa intrepidez
2 de diciembre de 1956
Hoy se cumplen 55 años de aquel ya legendario 2 de diciembre en que 82 expedicionarios, con Fidel al frente, desembarcaron por Las Coloradas en su definitivo propósito de "ser libres o mártires".
Muchas son las razones que hacen del 2 de diciembre una de nuestras fechas más significativas y hermosas. La fundamental de tales razones es la hazaña misma, la intrepidez de aquel grupo que desafiando lo adverso de las circunstancias, reinició ese día, en una ciénaga, la acción revolucionaria trunca en el Moncada, que esta vez llegaría a su final victorioso.
Fue la acción del Granma, iniciadora de la guerra de liberación nacional, pródiga en lecciones. La más importante de ellas es que para hacer la Revolución hay que confiar en el pueblo, echarlo a andar y unir a los revolucionarios.
La historia es, como se afirma, la conciencia de nuestro pasado y nuestro futuro, no hay duda de que acontecimientos como el del Granma encierran mucho de lección. Puede decirse que la profundización en ellos por lo que aportan a la comprensión y análisis de nuestro acontecer social, resulta imprescindible para todos; sin contar con la influencia permanente que ejercen en el desarrollo de nuestra ideología, en nuestra formación humana y revolucionaria.
El desembarco de los expedicionarios del Granma no solo representa la continuidad histórica de nuestras luchas, no solo resume los sacrificios y materializa los sueños de incontables generaciones de cubanos desde que la campana del ingenio La Demajagua llamara al combate; sino que entraña, además, un viraje profundo y radical en la vida de nuestro pueblo, aquel que comenzara a producirse un 26 de julio, en el Año del Centenario del Maestro, y que cristalizara el Primero de Enero de 1959.
En la medida en que nos familiaricemos con los preparativos, con los hechos que precedieron y sucedieron al desembarco de los expedicionarios del Granma, comprenderemos mejor el extraordinario papel de vanguardia que en todo momento desempeñó aquel grupo de combatientes, bajo la audaz dirección de Fidel. Basta rememorar los azarosos contratiempos de la partida, la dura travesía por mar, la imprevisible contingencia del desembarco, el amargo revés de Alegría de Pío.
Y cuando ya, en tierra cubana diezmado y disperso el pequeño ejército, parecía que todo estaba perdido; Fidel, con solo dos hombres, e ignorando la suerte que había corrido el resto de la tropa, emprendió la marcha hacia la Sierra Maestra, presto a desencadenar la insurrección armada. Todos recordamos aquella frase suya, que sin duda resume la nueva moral que caracterizaría al movimiento revolucionario. Fue cuando al reunírsele Raúl con un pequeño grupo de sobrevivientes, sumaron siete los fusiles, y dijo: "¡Ahora sí ganamos la guerra!"
Aquel 2 de diciembre de 1956 nació bajo el fuego y la lucha, el glorioso Ejército Rebelde que, dirigido por Fidel, escribió una epopeya que finalizó con el aplastamiento de la tiranía, la liquidación de su ejército mercenario y el fin de su régimen de explotación y terror.
Luego de la alborada del Primero de Enero de 1959, al Ejército Rebelde se unieron las milicias obreras, campesinas y estudiantiles y junto a los abnegados combatientes del Ministerio del Interior se enfrentaron a las agresiones del enemigo imperialista.
El tesón, la capacidad de convertir en experiencias los reveses, la unidad, la comunidad de principios y objetivos que distinguieron a aquella vanguardia revolucionaria, aparecen hoy brillantemente concretados en nuestro Partido y en nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias, "el pueblo uniformado" de que hablara Camilo
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