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A propósito

Carta de una madre al director de un hospital pediátrico en La Habana

 

Dr. Rafael Antonio Broche
Director del Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, en La Habana:

Hacer el recuento de 11 años me resulta difícil. El 18 de octubre del año 2000, cuando vio la luz mi hijo, Sánder de la Caridad Jaime Braña, fui una madre muy feliz, pero a partir de ese instante, mi vida se tornó en una angustia total. Sánder nació con una fisura palatina sin interesar labio ni dentición, la cual llevaba tratamiento quirúrgico. Fue intervenido en el Hospital Pediátrico de Centro Habana el 7 de enero del 2002, pero esta operación no fue definitiva.

Pasaron los años y con ellos una terrible lucha, ya que yo nunca admití las soluciones que me dieron en diferentes oportunidades y en otros centros pediátricos. Por un impulso llamé por teléfono a la Dirección Provincial de Salud y fui atendida por la doctora Ivonne, quien amablemente, sin conocernos ni mediar ningún vínculo, hizo la gestión para que mi hijo fuera atendido en el Hospital “Juan Manuel Márquez”, que usted dirige.

Allí fue valorado primeramente por el Dr. Fausto, luego pasó a la Dra. Garmendía -quien hoy se encuentra jubilada-, la Lic. Noemí de Logopedia en Fisurados, pues mi hijo requería una previa preparación para ser corregido su defecto.

No voy a cansarle con la historia. En un año han transcurrido muchas cosas, algunas agradables y otras no, pero lo más importante ha sido que el día 14 de diciembre del presente año fue intervenido mi hijo en se centro hospitalario, y que ya hoy, en su primera consulta pos-operatoria, mi hijo fue evaluado de una intervención satisfactoria y exitosa.

Quiero, y esto que llegue desde lo más profundo de mi corazón de madre, agradecer a todo el colectivo del servicio de Máxilo Facial que trabaja bajo las instrucciones del Dr. Ernesto Sánchez.

Cuando vi por primera vez su boquita no podía creer que quedase tan perfecta y tan bien reconstruida.

No sé si existen palabras para dar gracias a Dios y a su personal, desde el Dr. Ernesto, la Dra. Wilma, la residente que ayudó en la operación, Ileana la técnica, Ileana la Jefa de enfermeras de la Sala de Cirugía y otros nombres que no recuerdo, pero que llevo en mi corazón de madre agradecida.

¡Han hecho una obra maestra! Me quito el sombrero ante su colectivo de trabajadores, ante la humanidad, la hermandad, la bondad, comprensión, amor…

Le ruego haga público este reconocimiento en algún momento, pues ciertamente, para exigir y dar quejas, todos se prestan, pero pocos agradecen el trabajo que con tanta abnegación desempeñan nuestros médicos. Con dificultades, carencias, obstáculos…, pero con un corazón y una profesionalidad, que solo puede igualarse al de nuestro Titán de Bronce.

 

Fuente: Cubadebate

 

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