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A propósito

ERNESTO (CHE GUEVARA) AQUEL NIÑO AJEDRECISTA DE LAS SIERRAS DE ALTA GRACIA.

ERNESTO (CHE GUEVARA) AQUEL NIÑO AJEDRECISTA DE LAS SIERRAS DE ALTA GRACIA.

 

 

Por Aldo Isidrón del Valle.

 

Descorren las cortinas del Torneo Internacional de ajedrez Capa Blanca In Memoriam, edición cuarenta y seis. En el Hotel Habana Riviera, representación de la élite del juego ciencia y, a propósito de éste acontecimiento evocamos a quien fuera uno de sus más apasionados animadores, el inolvidable Comandante Ernesto Che Guevara, del que ofrezco como un sentido homenaje, admiración y respeto ésta crónica basada en el instante en que escucha por primera vez el nombre de Cuba y del genio José Raúl Capablanca, y otra reflexión periodística del instante en que preguntó a un grupo de periodistas cubanos, en el verano de 1963,¿cuál de ustedes siguió los pasos de Capablanca?

 

I

Sucedió en Alta Gracia, Sierras de Córdoba, en el corazón de la República Argentina. Corre el mes de septiembre de 1939. Ernesto, el hijo mayor del matrimonio Guevara de la Serna, tiene cumplidos 11 años, 9 de ellos signados por el asma, enfermedad que le acompañó en sus pasos por la vida y  que solo a ratos establece tregua por el clima seco de la región, su naturaleza fértil, montañas retadoras, saltos de agua, campos abiertos para la practica deportiva...

Alta Gracia concedió al niño de esta historia, la posibilidad de vivir como otros chicos de su edad, y en opinión de su padre, jamás le acomplejó su dolencia respiratoria, crecieron entre ejercicios, estudios y juegos, y forjó su carácter en la fragua social de aquel paraje donde los más pobres, fueron sus amigos.

Ernesto,  vive en Villa Nidia, una casona colonial que se observa en la parte alta de esta ciudad; posee sala-comedor tres dormitorios, áreas para el servicio doméstico compuesto por Sara, María y Rosario; cocina de época y hábitat para estudio de Don Ernesto. Árboles patriarcales regidos por un pino robusto, tributan sombra y abanican brisa en ésta típica vivienda a la que circunda campo suficiente para juegos de los muchachos.

 

En el dormitorio del hijo mayor reposa sobre la cama, un tablero de ajedrez. Disputa una partida con su  padre, quien no oculta la satisfacción de haber iniciado a Ernesto en la afición a este antiguo juego llegado de Persia y con el cuál se ejercitan los más grandes estrategas. Se enfurece cuando pierde, acota el maestro. Comenta:

 

“_ ¿Sabés Ernesto? hoy para orgullo de todos los argentinos, participa en la olimpiada mundial de ajedrez en Buenos Aires, el campeón sin corona, José Raúl Capablanca, de Cuba.  ¡Es un cubano el más grande ajedrecista del planeta!.”

Cuentan que 24 años después, en La Habana, cuando ya aquel niño asmático de las Sierras de Alta Gracia, era hombre, convertido en sueño y verdad de la juventud de América, cargado de historia, pensamiento, pureza y voluntad, asistió en La Habana a la inauguración del “ Torneo Internacional Capablanca In Memoriam”. Fue el discreto y respetuoso homenaje del Ministro de Industrias dirigente político y guerrillero heroico,  al genio del juego ciencia, su ídolo,  cuyo nombre escuchó mencionar por primera vez, aquel día de septiembre, de 1939.

 

II

¿Periodistas, cual de ustedes juega ajedrez?

 

El Comandante Ernesto Che Guevara -Ministro de Industrias, preguntó a Ignacio, el timonel del Yate Bakú, ¿tienes un tablero de ajedrez? Sí, y las piezas también-, respondió sonriendo el joven marino, iniciado en el juego ciencia por especialistas soviéticos, veteranos en la investigación de yacimientos petrolíferos en distintas partes del mundo.

 

En el verano de 1963, ellos realizaban investigaciones en la costa Norte de la antigua Provincia de Las Villas, centro geográfico de Cuba. Desde Caibarién habíamos partido junto al Che y los especialistas soviéticos  tres periodistas (Mario Ferrer, fotógrafo, Juan Villavicencio y un servidor, que integramos el equipo de prensa que acompañamos al Che en sus recorridos por fábricas, talleres y otras instalaciones pertenecientes a su Ministerio. En ésta ocasión quería observar el proceso de perforación en las profundidades marinas y apreciar las condiciones de trabajo de los hombres que ejecutaban ésta compleja misión.

 

Ya en alta mar, en la cubierta del yate, se acercó a nosotros y preguntó, ¿cuál de ustedes juega ajedrez?

Respondí, que éramos expertos en mover las fichas del dominó, pero torpes en la maniobra, de alfiles…

 

Igor, uno de los ingenieros soviéticos, aceptó la invitación de Guevara y ambos se alejaron de nosotros en busca de un lugar idóneo para ejercitar sus facultades de aspirantes a maestros. Ché, sonriente, con mirada felina recomendó al grupo de periodistas acompañantes.

-Aprendan a jugar ajedrez para que desarrollen la inteligencia …

Todos nos miramos y captamos el mensaje. Al llegar a nuestro destino, pregunté a Guevara, como finalizó el torneo, y él, sonriendo comentó, división de honores, aunque perdí una partida, pero él, Igor consideró que era tabla.

 

En aquél verano de 1963, no encontramos petrolero, pero años después la inteligencia humana se deslumbró con el descubrimiento allí, de playas vírgenes, de infinita belleza, solo comparable a Varadero. En estas playas de la cayería norte se desarrolla hoy el más extraordinario Polo turístico de Cuba.

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